Todos nos hemos sentido nerviosos alguna vez ante un examen importante. El reflejo de esa ansiedad se puede manifestar de distintas formas: se altera el apetito (se puede comer más o quitarse las ganas de hacerlo), se puede fumar de un modo compulsivo, alterarse el sueño (sobre todo el día antes de la prueba), etc… Si te ha ocurrido alguna vez, puede interesarte este artículo. Los psicólogos y psicólogas con frecuencia trabajamos este tipo de situaciones en consulta.
¿Por qué sucede esto?
La ansiedad no es agradable, pero es una emoción normal y a menudo útil. A veces aparece de manera desproporcionada a la situación, porque es un sistema de alarma que nuestro cerebro activa para protegernos, y responde a la interpretación que hacemos de las situaciones. Por lo tanto, nuestro cuerpo se activará más o menos dependiendo del grado de amenaza que percibamos en un momento dado. Debido a esto, a veces podemos sobreestimar el grado de amenaza que una situación tiene para nosotros.
Un nivel normal de ansiedad es necesario ya que nos mantiene despiertos y preparados, moviliza nuestros recursos y nos activa para poder rendir adecuadamente. Pero pasado ese punto, comienza a interferir en nuestro desempeño. Por ejemplo, a nivel mental hace que nuestros pensamientos sean más negativos, percibamos amenaza, anticipemos fracasos, etc…
Es por eso que cuando uno está muy nervioso es complicado concentrarse. Y es por este motivo que la ansiedad es nuestro peor enemigo ante un examen.
A nivel fisiológico se manifiesta de muchas maneras, como por ejemplo con taquicardias, sudoración, temblores, tensión muscular… Cada persona tiende a determinados síntomas. Los trastornos gastrointestinales también son muy frecuentes.
Y a nivel conductual puede que nos lleve a no presentarnos al examen o afrontarlo haciendo esfuerzos extras por concentrarnos. Otras personas recurren a rituales que creen pueden ayudarles, amuletos, llevar comida con alto nivel en glucosa por si sufren algún “bajón”, etc…
Pero todo este “despliegue de medios” lo único que hace es consumir un alto nivel de energía. Ten en cuenta que el cuerpo reacciona literalmente como si nuestra vida estuviera en juego, es decir, se activa el mismo mecanismo, con las mismas reacciones y los mismos cambios fisiológicos.
Cómo gestionarlo
Unas expectativas muy altas no ayudan. Es frecuente que seamos autoexigentes, pero con ello tan solo estamos ejerciendo de nuestro peor enemigo. No basta con aprobar, además hay que sacar buenísima nota y eso nos hace sentirnos más presionados y nerviosos. Está bien optar por hacerlo lo mejor posible, siempre y cuando no tenga consecuencias negativas para uno mismo.
No podemos caer en el error de ser esclavos de nuestras propias metas, porque el sufrimiento derivado de algo así, no merece la pena. Relativizar la importancia o las consecuencias de suspender ayuda enormemente.
A menudo, cuando hay ansiedad nos anticipamos a lo que va a pasar, pero casualmente, lo solemos hacer en términos negativos. No sabemos seguro el resultado del examen, pero muchas veces damos por hecho que vamos a suspender, y las emociones negativas que se derivan de pensar algo así, las estamos sufriendo previamente y sin haber realizado aún la prueba, absurdo, ¿no? Por lo tanto, no anticipes. Puede resultar difícil, porque es posible que sea todo un hábito, pero cuando sentimos ansiedad antes de que la situación se dé estamos necesariamente anticipándonos a ella, y normalmente no de maneras muy realistas. Hay que ver la utilidad de hacer esto, y si genera más malestar que beneficios, intentar no ir por estos derroteros. De hecho, si aún estamos preparando el examen, este suele ser uno de los motivos de poca concentración o de ataques de pánico durante el estudio.
Descansar adecuadamente. Durante el sueño es cuando se fija la información procesada a lo largo del día, y cuando todo lo estudiado pasa de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo. Además, ir descansado mental y físicamente ayuda mucho a afrontar la situación con plenitud de energías y de recursos.
No abusar de los excitantes de sistema nervioso central, como la cafeína, las bebidas energéticas o el tabaco, aumentarán el nivel de activación general, propiciando la aparición de reacciones de ansiedad.
Alimentarse bien. El alimento del cerebro es la glucosa. Para funcionar necesita que le aportemos su ración, pero glucosa de la buena, es decir, la fructosa que contienen las frutas, por ejemplo. Evita el azúcar refinada o alimentos como gominolas, caramelos, bollería industrial, “chucherías”, etc…
Pero sobre todo, confía en tus capacidades. Conecta con tus mayores fortalezas, hará que se movilicen emociones mucho más constructivas y agradables, que te ayudarán a superar con éxito la situación. Recuerda que lo que te has esforzado en estudiar puede mucho más que la ansiedad y los nervios. Dite a ti mismo que puedes y lo conseguirás.