Miedo, palpitaciones, sudores, ahogo, mareos… los síntomas te paralizan y sientes el mundo amenazante. Mirarlo sin miedo y estar dispuesto/a a descubrir la vida, puede ayudarte a vencer la ansiedad.
Viajar, conducir, hablar en público, relacionarse con un grupo de personas conocidas, ir al médico, salir de compras, educar a los hijos, presentarse a un examen, ligar, estar a gusto en una sobremesa con amigos/as, ver una película en el cine, salir a correr, montar en autobús o tranvía… Se trata de situaciones cotidianas, en las que podría disfrutar y aprender, pero que se convierten en un auténtico reto, incluso martirio, para las personas que sufren ansiedad.
Para la persona que sufre de ansiedad su mente es como una máquina en constante funcionamiento, llena de ideas y pensamientos que se repiten, se agolpan, le cuestionan, le previenen, le amenazan, le hacen sentir que no es capaz y que su vida se sale de su control.
Si te ves inmerso en este tipo de síntomas y convives con la ansiedad, los siguientes consejos te pueden ayudar. Tienes capacidad para elegir y participar activamente en tu vida.
Cambia el foco de atención
Seguro que a menudo te sorprendes pendiente de cómo se comporta tu cuerpo, de la intensidad de los síntomas de ansiedad y cómo condicionan tu vida. Todo tu mundo gira en torno a lo que te ocurre por dentro. Cuanto más centres la atención en lo que no deseas que ocurra, más aumenta la probabilidad de que pase. ¿Por qué? Porque le estás dando instrucciones al cerebro para que esté pendiente de cualquier señal de alerta. Has convertido en amenaza señales que no lo son. Tu mente ahora está entrenada para buscar palpitaciones, sudoración, ojeras y agobios. Y cuando los detecta, te advierte enviando una señal al sistema nervioso simpático, y éste se acelera pensando que tiene que protegerte de un grave peligro. Se prepara para que salgas corriendo o luches. Y como nadie lucha con ferocidad estando en estado de calma, te activa en todos los sentidos. El corazón late con vigor, tus músculos se tensan, empiezas a sudar y respirar de forma agitada. Su respuesta es la lógica. Lo que no es lógico es que tu mundo sea tan amenazante. Necesitas dejar de escanearte constantemente.
«Cuando cambias el modo en que ves las cosas, las cosas que ves cambian también” (Wayne Dyer)
Aprende técnicas de relajación y meditación. ¿Has probado el mindfulness? Tu atención debe estar puesta en lo que ocurre a tu alrededor, pero en aquello positivo y expansivo. Si estás pasando un buen rato en compañía de amigos, observa sus caras, métete de lleno en la conversación, saborea el café y las pastas, fíjate en la temperatura y el paisaje. La vida está ocurriendo a tu alrededor. La vida no está en tus respuestas orgánicas. La atención no puede estar en dos temas a la vez. O te fijas en lo mal que estás, o te centras en disfrutar y vivir tu momento. Y si un síntoma aparece, sencillamente obsérvalo sin juzgarlo ni catalogarlo, ¡acéptalo!, pero no le des protagonismo ni un poder que en realidad no tiene.
Háblate en otro idioma
El tipo de vocabulario que más utiliza una persona ansiosa para expresarse es algo así como “tengo miedo, estoy agobiado, no puedo, y si…, no estoy preparado, en otro momento, tengo temblor, no podré, lo estoy pasando fatal” y un sinfín de expresiones tendentes al catastrofismo y con las que se siente inseguro e incapaz.
La manera que tienes de pensar y expresarte condiciona tus emociones y tu comportamiento. Si expresas que hay amenazas, tu sistema nervioso se activa y desencadena la respuesta de ansiedad. Necesitas hablarte a ti mismo en otros términos. Llevas tanto tiempo anticipando el fracaso y el peligro, que careces de expresiones y vocabulario adecuado para afrontar las situaciones.
¿Quién elige los pensamientos que invaden tu mente? Nadie más que tú. Ahora estás acostumbrado/a a relacionarte con un estilo cognitivo tremendista. Pero puedes sustituirlo por otro que te permita contemplar el mundo sin ese carácter amenazante. Para modificarlo, tendrás que escribir. Ante la situación temida, anota cómo te gustaría enfrentarte a ella y los pensamientos que te podrían ayudar. No evites pensar en ella, solo acéptela. No es peligrosa, solo algo incómoda.
Desengánchate
Si te das cuenta estás enganchado/a a tu ansiedad, la observas, la miras, la atiendes, incluso hablas con ella y de ella a todo el mundo. Tu círculo se limita a tu ansiedad. Ella decide si puedes hacer algo o no. Le has dado demasiado poder. Mantén un diálogo para poner distancia, incluso rétala.
Cada vez que te observes atemorizado/a por los síntomas, en lugar de verbalizar: “no lo soporto, estoy fatal, así no puedo seguir, no saldré nunca de esto”, di algo en positivo, a modo de reprogramación neurolingüística (PNL): “Me siento seguro/a, me siento bien, estoy lleno/a de seguridad, etc…”
Deja de evitar
Cada vez que sorteas lo que temes, te sientes relajado/a, protegido/a y te conformas con permanecer en tu zona de comodidad. Pero no es el lugar en el que deseas estar. Ahí no ocurre nada interesante, salvo tener todo bajo control.
La vida es para descubrirla, incluso atravesando emociones desagradables. Cualquiera que se plantee un reto sabe que habrá momentos de alegría y orgullo y otros de desvanecimiento, pérdida de ilusión, esfuerzo y horas que robarle al sueño. No necesitas sentirte siempre bien para dar un paso al frente. Tendrás que salir de tu zona con dolor de cabeza, con mareos y palpitaciones. ¿Y sabes lo que vas a descubrir? Que eres capaz de hacerlo, que no es tan dramático como anticipabas y que las emociones desagradables no son incompatibles con la vida cotidiana. ¡Acéptalas, también forman parte de ti y de la vida!
«Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron” (Michel de Montaigne)
Actúa
Nadie lo va a hacer por ti. La solución no está en las vueltas que das a tu malestar. La solución está en hacer lo que es incompatible con la respuesta de ansiedad: relajarse, pensar de forma útil, reír mucho y desdramatizar más, descansar, saber parar, llenar la mochila de más momentos de disfrute…
No lo razones todo, déjate llevar más, no des tantas vueltas a las cosas. Si quieres superarte, tienes que correr un riesgo, aunque sea pequeño, pero la vida los tiene. Nada ocurre si no participas. Y equivócate. Fallar forma parte del aprendizaje. El único que puede reprocharse y censurarse eres tú mismo, y es bueno que te repitas que no tienes por qué hacerlo.
El que no corre ningún peligro es el que dejó de vivir por tenerlo todo bajo control. Quedarte en el miedo y protegerte de todo no es la solución a tu ansiedad. Intenta no anticipar constantemente, intenta vivir más el momento presente, aquello que ahora está ocurriendo. Recuerda que la ansiedad solo sobrevive en el futuro, nunca si la haces vivir en el aquí y el ahora.