Muchos son los estudios que demuestran que la práctica habitual de Mindfulness reduce el estrés. ¡Vamos a conocer de qué manera!
En primer lugar, la situación estresante puede serlo realmente o solo en nuestra percepción. Si mediante la atención plena (mindfulness) vamos clarificando nuestra visión, podremos discriminar la amenaza real de la imaginaria, de esta forma reconoceremos mejor los agentes estresantes reales y los que lo son solo debido a nuestra percepción errónea.
En segundo lugar, estaremos entrenándonos en responder conscientemente en vez de reaccionar de forma automática. Esto facilita que identifiquemos a tiempo la cadena de automatismos inconscientes, tanto corporales como mentales, que están en el inicio de la cadena del estrés: siempre es más fácil intervenir en los primeros eslabones que cuando el proceso está más avanzado. Si podemos observar los hábitos de nuestra mente podremos identificar y modificar aquellos potencialmente generadores de estrés: la interpretación, el juicio, la resistencia, los apegos, la identificación… Y trabajar en la construcción de modelos más saludables de pensamiento, desechando los filtros mentales innecesarios, y haciéndonos amigos de todo el abanico de nuestras emociones a través de una atención no reactiva. Accedemos así a un mayor nivel de calma y estabilidad.
Habitar conscientemente nuestro cuerpo nos enseña a detectar precozmente los signos de tensión que en él se instalan, antes incluso de ser conscientes de la razón o el origen de ellos. Incidiendo corporalmente sobre la manifestación de estas contracciones, desactivamos la carga negativa de nuestras emociones y pensamientos antes de que se transformen en generadores de estrés para nosotros. Al descubrir la unicidad cuerpo-mente, vamos desarrollando hábitos saludables en diferentes áreas de nuestra vida, lo que se convierte en un importante factor de protección frente al estrés. Incluimos una sana relación con el cuerpo (alimentación, ejercicio, descanso, reconocimiento de síntomas…) y la consciencia de nuestra personal forma de habitarlo.
Un mayor autoconocimiento hace posible que interpretemos mejor el sentido de nuestra vida. Con ello vamos transformando la interpretación negativa de sucesos y situaciones de aparente fracaso, y comenzamos a verlos como oportunidades de aprendizaje. De esta forma, neutralizamos su carga generadora de estrés y la transformamos en energía motivadora ante un nuevo reto. Esta es una estrategia sumamente eficaz para gestionar el estrés y el dolor: nos sentimos más dueños de la situación que vivimos y ponemos en juego todos nuestros recursos de forma más creativa.
Un factor añadido que aumenta la percepción de amenaza es la identificación con los pensamientos y emociones que aparecen en nuestra mente como consecuencia de ella. Mediante el Mindfulness nos afianzamos en la observación de estos contenidos de nuestra mente sin identificarnos con ellos, dando un paso atrás y aprendiendo a situarnos en la ecuánime y pacífica distancia del observador o testigo: “yo no soy eso”. Nos entrenamos en estar presentes con nuestras emociones y pensamientos sin dejarnos atrapar por ellos.
El Mindfulness nos entrena para vivir en el presente, para centrarnos realmente en el ahora independientemente de cómo sea éste, en contraposición al hábito generalizado de hacer varias cosas a la vez sin realmente estar presentes del todo en ninguna de ellas. Podemos así fluir con el momento, aumentar nuestra capacidad de concentración y la percepción de nuestras capacidades y eficacia, y poner en juego todos nuestros recursos ante situaciones de gran demanda sin bloquearnos. Sentimos que vivimos más plenamente, apreciamos el momento presente y facilitamos la aparición de estados de ánimo positivos incompatibles con el estrés.
La práctica de Mindfulness nos ayuda a ocuparnos del presente y a dejar de pre-ocuparnos del futuro. Vivimos la vida a cada paso y en cada momento.
Referencias: Manuales didácticos de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal.