¿Te has preguntado alguna vez cómo distinguir qué persona puede ser afín o no a la hora de establecer una relación de pareja?, o, ¿cuándo merece la pena embarcarse en una relación con alguien de quien te sientes enamorado/a o por el contrario sería una relación abocada al fracaso? En este artículo, te muestro unas condiciones y requisitos básicos que debe de tener una relación de pareja para que haya posibilidades para la felicidad, el amor, el respeto…
Los psicólogos y psicólogas vemos a hombres y mujeres que sufren porque pretenden formar una pareja que va en contra de su propia naturaleza, de su propio estilo de vida, de sus propias necesidades, deseos e inclinaciones; por querer adaptarse al modelo de los padres y de la familia en general, a lo que “debe ser” o a determinados modelos sociales imperantes.
En la pareja activamos esquemas afectivos y pautas de relación que se imbrincan y engrasan creando un campo compartido de bienestar cuando va bien. Y todo lo contrario cuando va mal: un campo de batalla, con su reguero de destrucción y pena. Resulta triste que haya tanto dolor en las parejas y no se materialice el amor que sienten o sintieron en su momento, por tratar de ajustarse a un esquema o pauta ajenos. No hay modelos ideales que debamos seguir, sino relaciones reales, y cada pareja debe encontrar su propia manera afilando su sensibilidad y evitando traicionar la inteligencia de su corazón.
No hay esquemas preestablecidos, por tanto, pero sí condiciones que facilitan o dificultan la relación de pareja. Cuando éstos se cumplen, la pareja vive en armonía, y sus asuntos son más alegres y serenos.
Primera condición: Que sea fácil, que fluya sin demasiado esfuerzo.
Tiene que ver con que las cosas sean cómodas, que no tengamos que malgastar grandes cantidades de energía en emociones ni se nos obligue a luchar contra éstas.
A veces nos juntamos con personas con las que, inexplicablemente todo chirría, todo es complicado y se avanza con pesadez y esfuerzo. Con otras, sin embargo, todo resulta sencillo y se desliza con provecho. Ayuda, sin duda, el tener estilos afectivos parecidos o que engarcen bien. Se sabe cuándo los estilos afectivos y las pautas favoritas de relación de cada uno son compatibles: cuando apenas hay discusiones, cuando las emociones fluyen sin grandes altibajos y cuando la relación es nutritiva para ambos.
Segunda condición: Que las naturalezas de ambos no sean demasiado incompatibles, no demasiado diferentes.
Es decir, que la comprensión del otro no esté más allá de nuestras capacidades. A menudo, el enamoramiento ignora la incompatibilidad de dos naturalezas y aunque las personas creen amarse carecen de la posibilidad de asociación y complicidad.
Esto es fácil de entender: si a ella le gusta mucho la montaña y comerse un bocadillo sentada en una roca, y a él le gustan mucho los coches glamurosos y los restaurantes de lujo, se trata de naturalezas diferentes. No siempre es imposible salvar las diferencias, pero sí es imprescindible conciliarlas y afrontarlas para gestionarlas bien.
Aunque hay que saber que ninguna relación lo completa todo, sin duda genera unos espacios de vida, al tiempo que le son vedados otros. A pesar de que la pareja está en constante metamorfosis, no todo cabe siempre en la casa de la pareja, pero si la seguimos eligiendo es porque sigue siendo una casa bonita y rica. Y sobre todo, porque somos capaces de comprender y respetar el mundo del otro tanto como el propio.
Tercera condición: Que los miembros de la pareja sean verdaderos compañeros.
Que la pareja se sienta acompañada, que sienta que el otro es también un/a amigo/a y esa amistad no se desgasta con el curso de los años. Que puedan compartir sus peculiaridades, gustos, intereses, diferencias, complicidades. Que tengan alguien al que entienden y que los entiende.
La relación de pareja también es una relación de acompañamiento en un camino común. Ambos se acompañan en los asuntos y vicisitudes del vivir, porque tienen propósitos comunes, porque juntos pueden mirar a lugar comunes, porque juntos miran todo aquello que es importante para él y todo aquello que es importante para ella, y todo aquello que es importante para los dos en los recovecos de sus almas.
Cuarta condición: Tener fe y confianza plena en el otro.
Que no sea necesario temer, desconfiar o protegerse para poder reencontrar un corazón inocente. Que el otro nos inspire una completa confianza sobre la cual se pueda cimentar un amor duradero, susceptible de crecimiento. Que tengamos la convicción de que el otro no nos va a dañar.
Ahora bien, ¿qué significa confianza? No se trata de una actitud infantil controladora hacia tu pareja, a la que reclamas sinceridad e infalibilidad absoluta, porque esto sería más bien algo así como la confianza que siente el/la niño/a pequeño/a hacia su padre y su madre. Confianza es tener la certeza de que el otro quiere nuestro bien y no nos va a dañar. Pero también tenemos que saber que cualquier vínculo de intimidad importante trae sus dolores y nos hace recordar antiguas traiciones o indefensiones, de manera que también nuestra pareja en algún momento puede dañarnos, o nosotros a ella. Confianza significa esperar que el otro cumpla sus compromisos y procure nuestro bien, pero también debemos ser conscientes de que en algún momento tal vez no lo haga, y aceptarlo teniendo la certeza de que podremos resistirlo y sobreponernos a ello. La confianza, por definición, no exige garantías.
Quinta condición: El deseo espontáneo de que el otro esté bien.
Quiere decir que se desee que el otro esté bien por encima de nuestros miedos o carencias. Es las más difícil de cumplir, porque en los tiempos actuales, en los que se vive la pareja más al servicio del yo que del tú o nosotros, es más común que uno tenga el impulso espontáneo de que el otro lo haga feliz, y no de hacer feliz al otro. Se refiere además a un sentimiento que no se puede fabricar artificialmente. Se da o no se da. Lo sentimos o no lo sentimos. Consiste en ver al otro con la inteligencia del corazón y no solo a través de nuestras proyecciones y anhelos, y así lo amamos como es y le damos lo que necesita y espera recibir. Se trata de encontrar la propia felicidad con la plenitud del otro.
“Solo” se trata de cumplir estas cinco condiciones. Y aunque es difícil que una pareja cumpla las cinco, también es verdad que aquellas parejas que solo cumplen uno o dos, lo pasan realmente mal.
Referencias: “El buen amor en la pareja” de Joan Garriga y “Una vida feliz, un amor feliz” de Arnaud Desjardins.